El tiempo que antes utilizaba para echarte de menos ahora son lágrimas, lágrimas amargas que saben a rayos.
Jamás me había arrepentido de algo que hubiera hecho. Y en verdad me arrepiento del momento en que lo he hecho, no de hacerlo.
Al fin y al cabo siempre he sido muy enamoradiza. Pero también he sido muy golfa.
Si hubieras estado conmigo, si hubieras sellado mis labios con los tuyos, si yo no fuera tan estúpida y pequeña.
Era bonito, era real, era genial, eras tú.
Y yo no he sido contigo. Quizás sea miedo, quizás costumbre. Quizás sea subnormal con ganas y no me haya dado cuenta todavía.
Entre todos mis quizás se leen mis disculpas. Quiero que aprendas a leerlas, aunque no sea suficiente, quiero creer que si.
Y será poco el tiempo que ha pasado, pero supongo que la gente llega a tu vida sin llamar a la puerta y sin avisar. Aunque cuando se vayan dejen los rastros de su colonia en cada rincón de tu casa y de tu cuerpo. Y se nota esa falta. Se nota el frío que han dejado tus brazos, las sábanas arrugadas y el café aún caliente que te preparé. Aún están mis bragas colgadas del perchero, y tu camisa manchada de carmín no quiere separarse de mí.
Sólo pídemelo, allí estaré.