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lunes, 14 de enero de 2013

Lija y terciopelo.

¿Conocéis la sensación esa de haber encontrado a una persona que reúne todas esas cualidades que tendría ese supuesto hombre perfecto?
Yo tampoco. Ni tú, vamos a ser claros, nadie.
A lo mejor es que todas las mujeres del mundo nos lo planteamos desde un punto de vista equivocado, a lo mejor sí hay que buscar el hombre perfecto, pero no para encontrarle, sino para coleccionar todas las piedras que nos hacen tropezar por el camino. Si, esas pequeñas piedras son las de verdad, las reales, las que por mucho que intentes nunca vas a cambiar de lugar, pero que cada una de ellas tiene una parte buena, el lado liso de la piedra. Puedes encontrar un lado liso, sentarte, charlar, tomar un café, y acomodarte de tal modo que piensas que es el mejor lado que has podido encontrar.
Pero de repente das un pequeño tropezón con algo, una mota de polvo al pie de la piedra, y tropiezas con más y más, y rodeando la piedra te das cuenta de que la otra parte que forma parte de la piedra es puntiaguda, es inquieta e incómoda. 
Y tu, lista, que haces?
Buscas otra piedra, y después otra, y más tarde, aunque sigas pensando en la anterior, otra piedra aparece.
Y esa última piedra es increíble, la has rodeado mil veces, y ni una sola imperfección. Es genial, es justo lo que buscabas, es justo a lo que te aferras. Pero te has olvidado de algo, esa piedra está tocando el suelo por una parte que aún no has mirado, miras y... ESTÁ LISA. Si, si, lisa, es increíble, un sueño! Y justo, cuando mas acurrucada y asentada estás a esa roca viene un culo más bonito y te quita el asiento. Y esto es así.
Y ahora si, por mucho que intentes buscar otra piedra igual no la vas a encontrar, siempre le vas a sacar algún fallo (aunque la mayoría de veces no le tenga) y le encuentras, para ti tiene fallos. 
No es como él. Me conquistaba todas las mañanas con su sonrisa. Me preparaba el desayuno. Hacía mas cosas en casa que yo. Me daba masajes en los pies sin ni siquiera pedírselos. Hacía el amor como nadie. Cocinaba. Me llevaba de vacaciones a ese lugar paradisíaco. Me sorprendía con flores en el trabajo. Veíamos películas mientras devorábamos tanques de palomitas. Me hacía reír como nadie. Me llevaba al cine a ver las películas de acción, en las que me metía mano como nunca. Y yo me reía, no dejábamos terminar la película y ya estábamos en los baños follando. Tenía tiempo para mí y para mis amigas. Le gustaba venir de compras conmigo, hasta que se lo tuve que prohibir, era imposible entrar en una tienda de lencería y no acabar en los probadores contra el espejo. Era sencillamente perfecto. No sé que pudo pasar. Todo, absolutamente todo era perfecto. Pero su secretaria era preciosa, hay que admitirlo, nunca podré competir contra algo como ella.

¿Sabéis donde está lo verdaderamente bonito de una pareja?
En aprender a quitarle todas esas motas de polvo que giran alrededor de la piedra, y en pulir las partes peliagudas, en ver como ignora todos aquellos culos que desean fervientemente sentarse sobre su perfecta parte lisa, que has pulido tú con tanto cariño. 

Déjate de superficialismos, mira mas allá de la parte puntiaguda. 

Enamorate sin miedo.

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